En torno al mes de Septiembre

Septiembre es tiempo de recuperar la cotidianeidad; los niños vuelven al colegio; vuelta al trabajo ordinario de los padres y en pocos días, el recuerdo de las vacaciones es aparcado por la vorágine de la vida ordinaria y conocida.

Pero hay personas que en Septiembre, constatan de forma definitiva que comparten poco o nada con la persona que creían tener amor eterno y proyecto común; el período vacacional  y el tiempo libre les ha dejado espacio para pensar en la pareja que tienen, en la educación de sus hijos y observan con sorpresa que no hay ilusión en el proyecto y que ya nada les une en lo que creían era importante.

Es momento de no precipitarse; el primer pensamiento de romperlo todo y empezar vida nueva, pero precisamente al ser una decisión tan importante que afecta tanto a los hijos, no puede ser tomada con prisas y sin reflexión profunda.

Los abogados, diferenciamos claramente en las visitas solicitando información jurídica sobre las consecuencias del divorcio, aquellas personas que solicitan asesoramiento jurídico tras una profunda reflexión y tiempo para decidir, de aquellas que tienen prisa porque quieren solucionar rápido lo que en años han construido.

Es imprescindible conocer de un profesional especializado, las consecuencias jurídicas del divorcio, pero la decisión corresponde a las personas en su intimidad, junto con sus confidentes. Nadie puede conocer lo que realmente sucede en el interior de una pareja y por tanto, a ellos corresponde informarse, tomar conciencia y en especial, tratar de analizar la respuesta del otro, pues dependerá en gran parte de ello, si el divorcio puede ser tramitado con cierta responsabilidad o se abre «la caja de Pandora» y se cree que la justicia resuelve los conflictos emocionales y de personalidad.

Cada uno conoce internamente la pareja que ha elegido para el proyecto común; tal como se ha comportado durante la vigencia del proyecto, se comportará a la finalización del mismo: la generosidad, el respeto, la responsabilidad no nacen con el divorcio, antes al contrario. No se pueden esperar comportamientos modélicos si no han existido durante la convivencia.

Informarse es necesario; conocer las consecuencias jurídicas, imprescindible; pero cada uno deberá tratar la ruptura de forma individualizada a las características de la persona que hasta el momento, han tenido como compañero/a de vida.

Las redes sociales y los niños.

Estos días, ocupan las noticias las fotos de Francisco Rivera y su hija de 5 meses, toreando.

El padre afirma que la costumbre en su familia ha sido siempre la misma y no entiende el revuelo organizado, pues en momento alguno ha puesto en peligro a su hija.

La primera reflexión es la referencia a la costumbre y a la tradición. Si bien el respeto a la tradición familiar es recomendable, lo cierto es que el paso del tiempo convierte ciertas tradiciones en obsoletas y anticuadas respecto del tiempo que se iniciaron. La sociedad no es la misma hace 40 años que en la actualidad y las percepciones sobre lo que es o no admisible son distintas.

Hace 40 años, cuando él se fotografió con su padre, los derechos de los menores eran inexistentes; no existía la Convención de Derechos del Niño; no existía la Ley Orgánica 1/96 ni tan siquiera existía la percepción social que el niño era un sujeto independiente de sus padres y no patrimonio de los mismos. Lo que sucedía en casa, quedaba en casa y por tanto, nadie debía intervenir en las relaciones de los padres con sus hijos.

Hoy, sabemos que nuestra sociedad no es así; las familias pueden ser analizadas e intervenidas si se considera que ejercen inadecuadamente sus funciones parentales. Tenemos muchísimos ejemplos de intervención de los organismos de protección, en mi opinión exagerados, pero reales. Nadie es ajeno a dichos controles.

La segunda, es la publicidad de una conducta familiar. El padre, como muchos en la actualidad, cree que debe exponer ante la opinión pública la relación con su hija, y él mismo la cuelga en internet. Por tanto, es obvio que no desea que sus actos queden en la intimidad familiar, sino que desea publicarlos. Y este riesgo, conlleva evidentemente, que su actitud sea opinable por todo el mundo.

Y finalmente, un bebé de cinco meses, frente a un animal que puede revolverse, por mucha pericia que disponga el padre, es una actitud, como mínimo, imprudente y expuesta a un sobresalto inesperado. Igual pasaría si el padre se la llevara de excursión al Pico Aneto (expuestos a una ventisca o nieve) o cualquier actividad que pueda situar al padre en una situación imprevista y no deseada.

La prudencia es una virtud y debe extremarse cuando se tienen hijos menores. Sin embargo, los límites de intervención pública deben ser proporcionales y adecuados al ser éstos realizados con recursos públicos y deben ser siempre respetuosos con la intimidad familiar y las culturas propias de cada familia. Probablemente, lo que está viviendo estos días le dará que pensar para el futuro.